Ahora mismo debería estar subiendo el Aneto, la tercera montaña más alta de España, pero no es así. El viernes estaba echando las maletas al coche en Manzanares para partir a los Pirineos cuando me llaman con malas noticias: una borrasca se acerca y prefiere posponer la ascensión, podría ser bastante peligroso. Tenía razón, ¡pero ya habíamos reservado el hotel en Cerler! ¿Qué hacemos, nos quedamos en Manzanares y perdemos el dinero? Finalmente decidimos irnos y quedarnos por allí esquiando.
Y así hemos hecho. Salimos por la mañana, sobre las 10 más o menos, y llegamos allí por la noche, es un viaje muy largo y estamos agotados. Yo especialmente estaba hecho polvo, había pillado un virus y, aunque durante el viaje estuve bastante bien, el día anterior me lo pasé entero potando.
Me llamó bastante la atención la carretera por la que accedimos a Cerler, nuestro destino. Discurre por unos acantilados muy escarpados entre montañas inmensas, no estoy acostumbrado a este paisaje. Se trata del único acceso en coche a esta zona y es una carretera muy estrecha. Para nuestra sorpresa por aquí circulan autobuses y camiones, aunque no sin dificultades: «más de uno se habrá dejado aquí los cuernos», pienso.
Nada más llegar lo primero que hacemos es dejar las maletas en el hotel e irnos a pasear por Celer. Cuando pasamos la "zona moderna", llena de chalets de reciente construcción, parece que hemos llegado a otro pueblo: con callecillas estrechas por donde no pueden pasar los coches y casas de piedra. Allí nos metemos en un restaurante y cenamos. Ahora mismo no sé como se llama lo que me pedí, pero estaba bastante bueno. Era una "tostá" de un embutido que, según el camarero, es típico de la zona.
Al día siguiente me llevo una grata sorpresa: desde nuestra terraza del hotel se ven muchísimas montañas preciosas y parte de las pistas de Cerler. Como llegamos el otro día de noche no lo había visto antes. Así sí que da gusto despertarse. Desayunamos en el mismo hotel y tiramos pa' las pistas.
No vimos en un solo momento el sol y la nieve no era la mejor, pero me lo pasé bastante bien. Aquí está el descenso esquiable más largo de España, 9 kilómetros seguidos que te llevan desde los 2.630 metros de altura hasta el pueblo de Cerler... ¡muy recomendable!
Con los telesillas llegamos casi a la misma cima del Pico del Gallinero, de 2.728 metros de altura. En busca de una panorámica preciosa decidí llegar hasta la cima, me quite los esquís y empecé a subir. A mitad del camino, en una rampa de nieve bastante expuesta al viento, me empiezo a marear... ¡el virus del otro día! De repente me encuentro envuelto en una niebla muy densa que apenas me deja ver nada. Por si fuera poco me entran unas ganas horribles de cagar y saco el culo a la intemperie, no os podéis ni imaginar el frío que pasé. ¡Menuda situación en la que estaba! Y eso que solamente me encontraba a unos metros de las pistas y los remontes.
Finalmente decidí renunciar a la cima y baje con una pequeña marca marrón en los calzoncillos. De todas maneras no iba a ver nada, ahora todo estaba envuelto de nubes y niebla. Me puse los esquís rápido y baje tranquilo por las pistas.
Al poco tiempo las nubes me dieron una tregua y me dejaron ver a una cota mucho más baja el macizo de las Madaletas y el Aneto. Estaba muy lejos y escondido entre otras muchas montañas más cercanas, ¡pero pude ver la próxima montaña que subiremos, la más alta de los Pirineos!
Ahora estamos haciendo de nuevo las maletas para marcharnos a Manzanares, nuestra corta visita a estas montañas se ha terminado. Volveremos dentro de unas semanas para volver con otro "tresmil" en el bolsillo.
Y así hemos hecho. Salimos por la mañana, sobre las 10 más o menos, y llegamos allí por la noche, es un viaje muy largo y estamos agotados. Yo especialmente estaba hecho polvo, había pillado un virus y, aunque durante el viaje estuve bastante bien, el día anterior me lo pasé entero potando.
Me llamó bastante la atención la carretera por la que accedimos a Cerler, nuestro destino. Discurre por unos acantilados muy escarpados entre montañas inmensas, no estoy acostumbrado a este paisaje. Se trata del único acceso en coche a esta zona y es una carretera muy estrecha. Para nuestra sorpresa por aquí circulan autobuses y camiones, aunque no sin dificultades: «más de uno se habrá dejado aquí los cuernos», pienso.
Nada más llegar lo primero que hacemos es dejar las maletas en el hotel e irnos a pasear por Celer. Cuando pasamos la "zona moderna", llena de chalets de reciente construcción, parece que hemos llegado a otro pueblo: con callecillas estrechas por donde no pueden pasar los coches y casas de piedra. Allí nos metemos en un restaurante y cenamos. Ahora mismo no sé como se llama lo que me pedí, pero estaba bastante bueno. Era una "tostá" de un embutido que, según el camarero, es típico de la zona.
Al día siguiente me llevo una grata sorpresa: desde nuestra terraza del hotel se ven muchísimas montañas preciosas y parte de las pistas de Cerler. Como llegamos el otro día de noche no lo había visto antes. Así sí que da gusto despertarse. Desayunamos en el mismo hotel y tiramos pa' las pistas.
No vimos en un solo momento el sol y la nieve no era la mejor, pero me lo pasé bastante bien. Aquí está el descenso esquiable más largo de España, 9 kilómetros seguidos que te llevan desde los 2.630 metros de altura hasta el pueblo de Cerler... ¡muy recomendable!
Con los telesillas llegamos casi a la misma cima del Pico del Gallinero, de 2.728 metros de altura. En busca de una panorámica preciosa decidí llegar hasta la cima, me quite los esquís y empecé a subir. A mitad del camino, en una rampa de nieve bastante expuesta al viento, me empiezo a marear... ¡el virus del otro día! De repente me encuentro envuelto en una niebla muy densa que apenas me deja ver nada. Por si fuera poco me entran unas ganas horribles de cagar y saco el culo a la intemperie, no os podéis ni imaginar el frío que pasé. ¡Menuda situación en la que estaba! Y eso que solamente me encontraba a unos metros de las pistas y los remontes.
Finalmente decidí renunciar a la cima y baje con una pequeña marca marrón en los calzoncillos. De todas maneras no iba a ver nada, ahora todo estaba envuelto de nubes y niebla. Me puse los esquís rápido y baje tranquilo por las pistas.
Al poco tiempo las nubes me dieron una tregua y me dejaron ver a una cota mucho más baja el macizo de las Madaletas y el Aneto. Estaba muy lejos y escondido entre otras muchas montañas más cercanas, ¡pero pude ver la próxima montaña que subiremos, la más alta de los Pirineos!
Ahora estamos haciendo de nuevo las maletas para marcharnos a Manzanares, nuestra corta visita a estas montañas se ha terminado. Volveremos dentro de unas semanas para volver con otro "tresmil" en el bolsillo.
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