domingo, 22 de noviembre de 2009

Mulhacén desde Capileira

Esta vez sí que no me lo creo, nos hemos vuelto a quedar dormidos. Lo peor de todo es que en esta ocasión no puedo llegar tarde. He quedado a las 9:30 de la mañana en Capileira con un guía que todavía no conozco, sólo he hablado con él por Internet. ¡Y con él quiero subir otras montañas, no me va a acompañar más! Son más o menos cuatro horas de viaje y ya son más de las cinco. Desayunamos muy rápido, no hay tiempo que perder.

Por suerte y sin parar mucho durante el viaje llegamos a Capileira en tiempo record. Pronto localizamos el hotel donde hemos quedado y todavía quedan veinte minutos. No pasa nada, me voy a dar una vuelta por el pueblo, típico de la Alpujarra con sus casitas blancas y calles estrechas. Me grabo explicando que está vez sí que voy a subir el Mulhacén, veo y grabo a una señora muy mayor subiendo cuestas con bolsas, bebo de una fuente sin ver que hay un cartel que dice "Agua no potable"...

Me llamó bastante la atención la cantidad de cuestas que había, vengo de La Mancha, no estoy acostumbrado a estas Sierras. No se me ocurre otra cosa que empezar a correr, pensé que sería bueno "para calentar", pero, de verdad, no os aconsejo subir cuestas corriendo sin estirar y después de estar sentado muchas horas en el coche. ¡Cómo queman las cuestas!

De repente suena mi móvil, ¡están todos esperándome en el bar donde hemos quedado! Muy bien, siempre liándola, ahora me he perdido. No tengo ninguna referencia, es la primera vez que visito este pueblo y, la verdad, me he alejado bastante sin pensar mucho cómo iba a volver. No pasa ni media, estoy más cerca de lo que creía. En seguida me oriento y llego en cinco minutos al bar. Efectivamente, allí están todos:

― Hola, ¿Jon?
― Sí, soy yo.
― Vale, pues yo soy Pablo.
― ¡Hombre Pablo, encantado de conocerte!

Jon va a ser mi guía, lo conocí por Internet, tiene una página web. Pero no vamos a subir nosotros dos solos. Hablamos de la ruta que vamos a seguir y que en estas mismas fechas el año pasado todo estaba cubierto de nieve, nada más salir del pueblo ya había que ponerse los crampones. Este año no hay nada de nieve, nevó un poquito justo el día que intentamos subir dos meses atrás por la Vereda de la Estrella y duró poco

El guía me presenta los que van a ser mis compañeros, en total somos ocho. Me dice el nombre de todos, pero se me olvidan a los dos segundos, soy muy malo con los nombres. Me presento yo también y nos vamos. Cogemos el coche hasta llegar a un aparcamiento, estamos en la Hoya del Portillo. Aquí hay un control de vehículos que sólo deja entrar a los autorizados (guardas del Parque, el personal del Refugio...), la única manera de seguir para nosotros en andando.

Comprobamos que no nos falta nada en la mochila y nos metemos en una senda entre pinos que, aunque no tiene apenas desnivel positivo, bien sirve para despertar un poco las piernas. Cruzamos un cortafuegos y nos topamos con el Centro de Interpretación de Altas Cumbres, que no es otra cosa que un lugar lleno de carteles que te explican algo sobre las montañas que allí ves justo en frente. Desde aquí vemos la curiosa forma del Veleta y el Mulhacén II, la "cima secundaria" del techo de la Península.

Continuamos por un camino pedregoso y sin árboles. Yo siempre voy el primero con Jon y Antonio para oír sus conversaciones. Al poco tiempo llegamos a un vértice geodésico. Si no fuese porque unos días antes habíamos hablado sobre ellos en clase de Matemáticas, para mí eso no sería más que un "mojón de cemento". Ahora mismo estamos a 2.578 metros y esto se llama Prado Llano.



Siguiendo una loma pedregosa llegamos finalmente a un camino bien marcado, se trata de la carretera más alta de Europa. Ésta asciende al mismísimo Pico Veleta, a 3.365 metros, y es bastante antigua: data de 1935, en plena Segunda República. Aquí el paisaje sin ser excesivamente bonito es brutal, algunos comentan que les recuerda a las altas planicies de los Andes, donde hay montañas de más de 6.000 metros.

Cuando llegamos al Mirador de Trevélez (Alto del Chorrillo, 2.727 m.) decidimos parar a comer algo. Hace bastante viento decidimos sentarnos en un sitio resguardado bajando unos metros la Loma de los Peñoncillos. A la izquierda vemos un núcleo de casas blancas, se trata de Trevélez, donde el jamón. Al fondo vemos correr unas cuantas cabras y a nuestras espaldas ya podemos ver uno de los caminos de ascenso al Mulhacén. Con este panorama cada uno se saca sus respectivos bocadillos y empezamos a comer.



Retomamos la carretera más alta de Europa y, sin dejarla, vemos a lo lejos una casa: ¡el Refugio de Poqueira! Del viento frío tengo el moco colgando y Ester (entonces no me acordaba que se llamaba así) me ofreció unos pañuelos, que se los cogiese de la mochila. Pillo sólo uno, aunque ella insistía en que me quedará con unos cuantos. Más tarde, a la hora de limpiarme el culo, me arrepentí de no haberle hecho caso... desde entonces os aseguro que no salgo al campo sin un paquete de pañuelos en la mochila.

Cuando llegamos al Refugio nos recibe un gato precioso con muchísimo pelo para cobatir el frío. Jon nos dice que hemos llegado mucho antes de lo esperado. Es el más utilizado de Sierra Nevada dado a que no podía estár mejor situado para subir el Mulhacén.

Aquí la vuelvo a cagar, para alojarnos tenemos que dar en "recepción" nuestro D.N.I. y yo no encuentro el mío, ¡se me ha olvidado! Me dicen que le diga por lo menos el número, pero tampoco me lo sé. Intento llamar a mis padres con el móvil para preguntárselo pero no tengo cobertura... voy bien apañao. Por suerte hago reír a la "recepcionista", que tenía una cara bastante seria, y consigo alojarme diciendo sólo donde vivo.



Para subir a las habitaciones nos tenemos que poner unas zapatillas de goma frías y bastante incómodas. A mi me están muy grandes y bromeamos diciendo que esto es lo que se ponen en Guantánamo. Subimos al piso de arriba con estas zapatillas y dejamos en unas taquillas nuestras mochilas.

Estaba grabando un poco el refugio separado del resto del grupo cuando Jon me dice si me apetece escalar un poco, que me estaba buscando. Creía que estaba bromeando, pero me lleva a un mini-rocódromo en la pared del refugio con el resto del grupo. Allí pasamos un buen rato con un juego que nos propuso Jon: una persona hace dos movimientos, luego otra tenía que hacer los mismos y añadir otros dos... y así todo el tiempo. Con ese juego descubrí que se me da fatal la escalada.

Cuando anocheció la temperatura bajó bastante. Nos metimos todos rápidos dentro del Refugio y con Coca-Cola y unas palomitas cortesía de la casa nos pasamos el resto de la tarde hablando y hojeando unas revistas de montaña que había en el Refugio.

Cuando quedaba poco para cenar me empiezo a marear, no digo nada y me voy al servicio. Allí me hecho agua fría por la cara y me siento tranquilo, parece que así se me pasa un poco. Vuelvo a bajar al comedor y empezamos a cenar. A mi de repente me empieza a dolor la barriga y la cabeza. Digo lo que me pasa en voz alta y decido dejar la cena e irme a acostar.

Subo las escaleras hasta las habitaciones tambaleandome con Jon. Pasamos la noche en una especie de literas donde en cada piso dormimos cinco personas. Pongo mi saco de dormir fino encima y empiezo a dormirme. Jon me dice que probablemente sea de los nervios, que no me preocupe porque mañana voy a estar recuperado para hacer cima. Me deja y me recomienda que descanse.

Al ratillo sube Ester, es muy maja conmigo y me ayuda a acomodarme. Ella pone el su saco al lado del suyo aprovechando que ahora estoy despierto, no quería molestarme cuando estuviese dormido y el resto del grupo subiese a dormir. Se despide y vuelve a bajar con el resto.

Aunque había madrugado una barbaridad para estar en Capileira a las 9 de la mañana y hoy hemos hecho unos 8-9 km., 500 metros de subida y 250 metros de bajada (aprox.), me cuesta dormirme. Siempre tardo mucho, aunque esté muy cansado. Por eso estuve disfrutando durante un buen tiempo el festival de pedos que se traían otros grupos en otras habitaciones... ¡no sabían que les estaba oyendo!

Al día siguiente me despierto genial. Guardamos los sacos de dormir en sus fundas y a mi, como siempre, me cuesta mucho trabajo. He sacado y metido muchos sacos, pero nunca me acostumbraré. Una vez más me vuelve a ayudar Ester.

Bajamos a desayunar... menos mal porque yo tengo mucha hambre, hace mucho que no como. La verdad es que para ser un refugio de montaña hay muchísima variedad. Puedes desayunar casi de todo y todo lo que quieras, ¡es un buffet!

Me preparo unas cuantas tostadas de aceite de oliva, mi desayuno favorito, y cuando me las voy a comer me doy cuenta que no puedo. No me preguntéis porque pero todo se me hacía una bola. Con mucha agua pude comer algo, pero no sacio mi hambre del todo.

Quitamos peso de la mochila para quedarnos solamente con lo necesario y comenzamos la subida al Mulhacén. Ya no hay marcha atrás, cuando vuelva quiero hacerlo con el Mulhacén coronado. Al salir del Refugio giramos a nuestra derecha en dirección oeste. En pocos minutos nos introducimos en el barranco del río Mulhacén y, después de una parada técnica para ponerse o quitarse las capas que veamos conveniente, empezamos a remontar su cauce.

El otro día estuve comentando que me gustaban mucho los pájaros, por eso Jon me dice que en más de una ocasión ha visto algún ejemplar de Mirlo-acuático Europeo por aquí. Es un pájaro que me encanta, ¡se alimenta de insectos que caza mientras que bucea! Su sangre aporta más oxígeno que la de la mayoría de las aves, lo que les permite permanecer bajo el agua hasta 30 segundos. Me pasé todo el recorrido atento por si veía alguno, pero no tuve suerte.



Proseguimos el camino sin problemas. Subimos a buen ritmo, conseguimos adelantar a una pareja que había salido del Refugio mucho antes que nosotros. El suelo en su mayor parte está cubierto por la Estrella de las Nieves, endemismo (sólo se puede ver en Sierra Nevada) símbolo del Parque Nacional. Crece exclusivamente por encima de los 2.000 m en suelos pedregosos y humedos.



Así llegamos al Refugio-vivac de la Caldera que está a unos 3.050 m, al lado de una laguna con el mismo nombre. Encontramos la laguna con su superficie totalmente helada, pero no le hago mucho caso porque estamos al pie de la cara oeste del Mulhacén. Ya sólo nos queda remontar esa loma y nos plantaremos en el techo de la Península.

En el refugio nos encontramos con un japonés sentado en una esquina. Dice que se encuentra muy mal y que el resto de su grupo ha tirado para el Mulhacén. ¡Le han dejado solo! Probablemente se encuentre afectado por el mal de altura, estamos a más de tres mil metros y, aunque no es muy común que suceda, puede surgir a partir de los 2.400 metros.

Paramos a comer algo y vemos otro fenómeno relacionado con la altitud: las bolsas de comida estaban muy hinchadas. Esto es debido a que con el aumento de la altura disminuye la presión atmosférica, probablemente habían sido envasadas a nivel del mar.



Subimos por la loma oeste del Mulhacén lo más pegado al borde de ésta. Aunque es un poco más duro, las vistas bien merecen la pena. Las caras norte de la Alcazaba (3.366 metros) y el Mulhacén verdaderamente impresionan. Decidimos para un momento y hacernos una foto todo el grupo delante del Mulhacén.



¡Por fin llegamos al Mulhacén! Estamos a 3.482 metros de altura, la segunda cumbre más alta de España tras el Teide. Las vistas son magníficas: todos los tresmiles de Sierra Nevada, la Vereda de la Estrella cubierta de nubes, el Mediterráneo... incluso la cordillera del Atlas, en Marruecos.

Grabo hasta que se me acaba la batería. Estoy muy feliz. Jon se encarga de hacernos las fotos cimeras. Las dos únicas chicas sacan la bandera de Cataluña y, aunque no había ningún catalán más, nos hicimos todos las fotos con ella.

En la cima todavía quedan unas pequeñas edificaciones que sirvieron de refugio en 1879 a unos geodesistas que trabajaron en el enlace de las redes geodésica de Europa y África. Aquí hay otro mojón de esos, y éste parece ser muy importante.



La bajada la hacemos por otro camino para alcanzar el Mulhacén II o falso Mulhacén (3.368 m). Hasta aquí todo bien, pero la cosa empezó a empeorar. Había desayunado muy poco porque todo se me hacia bola y ahora empiezo a tener mucha hambre. No tenía nada en la mochila, por no llevar mucho peso apenas me había traido víveres.

Baje bastante mal hasta el Refugio de Poqueira, allí comiendo de lo que me daban mis compañeros conseguí recuperar fuerzas. Me comí unos cuantos sándwich y seguimos con la bajada. Ahora vamos por otro camino distinto por el que subimos. Éste me gusta mucho más, las vistas son más espectaculares, la luz era preciosa, había Cabras Montesas por todos lados...

Hoy hemos hecho 1.050 metros de subida, 1.350 metros de bajada y unos 18 kilómetros. Con la luz anaranjada llegamos al bosque de pinos que, tras cruzarlo, llegaremos al aparcamiento donde dejamos los coches. Antes de meternos nos paramos y hacemos una foto de grupo, la última foto.



Terminaria esta crónica diciendo algo bonito haciendo referencia a lo bien que me lo he pasado, pero no es mi estilo. Sinceramente os digo que esto ha estado "guapismo"... ¡Habrá que repetir!

No hay comentarios: