Amigos, ya estoy en casa, en Manzanares. He vuelto con las tres montañas más altas de los Pirineos y con unos calcetines que, de verdad, creo que los voy a tirar. ¡Dios mío como chirufan! Los acaba de sacar de la mochila, y lo peor es que parece que al fondo hay otro par que tampoco se van a quedar atrás. En fin, A pesar de traer estos olores que espantarían a cualquier persona normal me lo he pasado genial. Pero bueno, os lo cuento todo desde el principio.
Como sabéis, todo empezó hace una semana en Benasque, el Chamonix español. Allí me encontré con Jon Sanz que, de nuevo, va a ser nuestro guía. En agosto se va al Cáucaso, si todo sale bien subirá dos montañones: el Elbrus por la cara oeste y el Ushba, que merece una mención especial, cuenta con muy pocas repeticiones y sólo llegar hasta su campo base es toda una aventura. Ahora mismo está liado con los últimos preparativos para su expedición y le acompaño mientras que él elige el material.
Hace unos meses ya os hablé de Benasque, mi opinión no ha cambiado mucho desde entonces: me sigue pareciendo impresionante. No me acostumbro a pasar por esas estrechas carreterillas rodeadas de montañas inmensas. Cuando llegas al pueblo, que está en un valle encajonado entre más montañas, la vista no deja de ser espectacular. Además, allí no hace tanto calor como en Manzanares, que a veces se hace difícil de soportar. He de reconocer que me gusta mucho Benasque.
Después de una corta visita a este pueblo me voy con Jon a Villanova, donde vamos a dormir. Se trata de un pueblo pequeño, a quince minutos de Benasque, también encajado entre montañas (parece que aquí eso es algo común). Me entretengo hasta la hora de la cena del albergue donde nos alojamos charlando con Jon sobre montaña, leyendo varias revistas “Desnivel” que se había traído y jugando con un par de gatos que merodeaban sueltos por allí. Después de cenar me acuesto enseguida, estoy agotado.
Al día siguiente no madrugamos demasiado, hemos quedado con el resto del grupo a las 10:00 de la mañana. Desayunamos y en seguida llegan Cristóbal, de Tarragona, y Franc de Andorra (sí, de Andorra, somos un grupo internacional). Nos organizamos un poco y, divididos en dos coches, tiramos pal Refugio Ángel Orus.
Yendo dirección Benasque, al poco tiempo, cogemos un camino que sale a nuestra izquierda. Pronto, con muchas curvas, superamos un buen desnivel. El firme está bastante bien, el único problema con el que nos encontramos fue otro coche que venía de frente y que, con él, apenas cabíamos en la carreterilla. Le costó, pero se apartó a un lado y pudimos seguir.
Yo voy en el primer coche con Jon, detrás en otro nos sigue el resto del grupo. Llegamos unos minutos antes que los demás al parking, a la pleta d'Estallo. Aquí dejamos el coche y ya en suelo firme volvemos a reorganizar la mochila para que nos pese lo menos posible y para comprobar que no nos falta nada de la lista de material.
Ha llegado la hora de empezar a andar. Cogemos un senderillo bastante agradable entre Avellano, Álamo Temblón y Boj, una planta muy común en jardines y que aquí crece en estado salvaje. En seguida vemos una impresionante cascada (cascada de Espigantosa) que ahora, con el deshielo, se muestra en su máximo esplendor.
Durante todo el camino estamos oyendo agua. ¡Ay qué distinto es todo esto a La Mancha! Por lo que he estado viendo durante esta semana parece ser que el agua y la humedad son un denominador común por estas tierras. Muestra de ello son la cantidad de babosas (sobre todo ejemplares gigantes de Limax cinereoniger) que por aquí salen por todos lados, menos mal que Cristóbal está atento para que no pisemos ni una.
Además, el paisaje es precioso. Pasamos cerca de un río y después salimos del bosque. La frondosidad de los árboles que nos tapaba el Sol ahora ha desaparecido dejando que éste nos castigue bien. ¡Qué calor! Tenemos que parar para beber algo y lo hacemos. A esta altitud ya ha cambiado la vegetación, ahora estamos rodeados de coníferas que, con solo rozarlas, sueltan potentes dosis de polen, la pesadilla para cualquier alérgico.
Es curioso, mientras que por mi tierra ya está todo seco y amarillo, aquí la primavera acaba de comenzar. Aquí las flores están en su apogeo, parece que han surgido hace tan solo unas semanas. La mayoría de ellas, por no decir todas, no las conozco, son nuevas especies para mí que nunca he visto antes. Es realmente bonito.
Ya vemos a lo lejos el refugio, pero nos queda la parte más dura, donde las cuestas se vuelven más empinadas. Entonces no lo sabía, pero a esta zona la llaman "El rompechulos". La verdad es que entre la inclinación y el calor este tramo se hace bien duro. No pasa nada, menos mal que ya estamos al lado del Refugio Ángel Orus, donde nos esperan unas Coca-Cola.
Desde la comodidad del Refugio el valle de Eriste se torna realmente espectacular, pero no nos podemos quedar aquí quietos. Hemos llegado bastante temprano y nos aburrimos, decidimos subir un pico: La Forqueta, de 3.007 metros.
Empiezo bien, con fuerzas y muy motivado, pero poco a poco me voy debilitando. El camino (que, por cierto, es en parte el mismo que se sigue para subir el Posets desde este Refugio) se me vuelve muy pesado, el desnivel aumenta y en varias ocasiones hay que hacer alguna trepada fácil. No me encuentro bien. Mis compañeros ya me han sacado bastante ventaja y los veo a lo lejos esperándome. Decidimos parar a comer al lado de un río en su sitio realmente idílico. Justo a la derecha se encuentra el camino que tenemos que coger para ascender al Posets, pero hoy tenemos que tirar todo recto.
Termino de comer y veo que ya tengo más fuerzas, me animo muchismo. Ahora no superamos apenas desnivel, pero poco a poco veo como me vuelvo a debilitar. La vista de un lago helado (Llardaneta) con todo a su alrededor cubierto con nieve me vuelve a animar. Además, ya se ve muy cerca La Forqueta. Nos ponemos las polainas y nos olvidamos de los crampones, la nieve está muy blanda y no conviene utilizarlos en mientras se mantengan estas condiciones.
Continuamos nuestro camino y es entonces cuando me entra una pájara terrible. Ya habíamos descartado hoy hacer cima en La Forqueta por lo mucho que había retrasado al grupo, pero todavía pensábamos llegar al Collado de Eriste. No puedo más, estoy a tope. Se lo comento a Jon y le digo que prefiero sentarme a descansar mientras que los demás suben y bajan del nevado Collado.
Si pudiese quitar algún momento de la semana pasada sería este. ¡Qué mal lo estoy pasando! Bebo agua, mucha agua. Estoy realmente decepcionado conmigo mismo, supuestamente hoy era el día más flojo, para aclimatarnos, y no puedo. Incluso recuerdo que pensé que ése iba a ser el fin de lo que en teoría se presentaba como una de las mejores semanas de mi vida. Me da mucha rabia, me había estado entrenando durante mucho tiempo.
Cuando Jon, Franc y Cristóbal vuelven del Collado ya estoy mucho más tranquilo y comenzamos a bajar, no me queda otra. Entre Rebecos (o, como los llaman por aquí, "sarrios") y Marmotas Alpinas, me explican por qué posiblemente me ha entrado la pájara: me he estado entrenando (corriendo y con la bici) en terreno llano. La solución: entrenarse haciendo “Fartlek” que, resumiendo, se trata de correr variando el ritmo.
Yo intento olvidar mi cansancio pensando en la Coca-cola fresquita que me voy a tomar nada más llegar al Refugio y con las Marmotas Alpinas. Éstas son abundantísimas, son como los Conejos por mi tierra. Al parecer fueron introducidas en 1948 procedentes de los Alpes en los Pirineos franceses y, con el tiempo, ha ido colonizando buena parte de la vertiente española. Jon sabe imitar su característico sonido a la perfección y nosotros nos mantenemos alejados por si atrae a algún macho pensando que nosotros somos hembras.
La llegada al Refugio la celebro más que cualquier cumbre. Ya sólo nos queda sentarnos con una Fanta de limón en la mano (sí, ahora en vez de Coca-cola me apetece una Fanta...) y esperar a que sea la hora de la cena. No somos los únicos, estamos rodeados de franceses, unos valencianos con los que estuvimos hablando y una mula que se había desatado y andaba como un montañero más por los alrededores del Refugio.
Llega la noche y las estrellas. El cielo está totalmente despejado y no hay ninguna luz en kilómetros, me podría pasar horas mirando hacia arriba si no fuese porque todavía nos espera una semana muy dura y no es plan de pillar un tortícolis. Llegan las 23:30 y sigo despierto, decido acostarme. Subo a nuestra habitación y tengo un problemilla: mi cama está en la parte de arriba a la derecha del todo y la escalera a la izquierda, para alcanzarla tengo que pasar por encima de tres franceses. No hay otra manera de subirse, pero es que me da mucha cosa despertarles. Lo dudo bastante y finalmente, con cuidadín, consigo pasar sin, o al menos eso creo, levantarles el sueño.
Al día siguiente amanece un día espectacular. Es muy temprano y todavía hace un poco de rasca, pero en el cielo no hay ni una nube y prevemos un Sol de justicia como el que nos hizo ayer. Salgo cagao después de la pájara del otro día pero con muchas ganas de llegar a la cumbre, motivación no me falta.
No vamos a un ritmo muy rápido y lo pillo bastante bien, esta vez consigo ir pegado a mis compañeros todo el tiempo. Progresamos bien, o al menos eso pienso, llegamos al sitio donde ayer comimos mucho más rápido y vamos adelantando a varios franchutes. Así llegamos hasta la canal Fonda, donde sacamos el piolet y nos ponemos los crampones. Los primeros metros voy bien, pero pronto la pendiente se acentúa y me voy alejando poco a poco de mis compañeros.
Aún así el sitio me parece espectacular, y todavía más ahora que tenemos una luz que me encanta. Sigue siendo bastante temprano y el "señor Lorenzo" está empeñado en anaranjear la nieve. A lo lejos ya se ve el bonito Diente de la Llardana y su collado, pero antes, para alcanzarlo, hay que superar una última pala de nieve donde la pendiente se resalta. Me aguanto, hago un último esfuerzo y me planto en los 3.000 metros.
Es entonces cuando dejamos los crampones y piolet para continuar por un pedregoso sendero que se hace bastante pesado por el cansancio acumulado, las piedras sueltas y el desnivel. No pasa nada, me vuelvo a aguantar, el paisaje es brutal y a lo lejos ya vemos nuestros dos siguientes objetivos: el Aneto y el Monte Perdido.
Y por fin llegamos a la cresta, ya sólo unos metros me separan de la cima. Me jiño antes incluso de llegar, he oído por ahí que es bastante expuesta y realmente veo que tiene una buena caída a ambos lados. Por si acaso le digo a Jon que me quiero encordar. Cuando estoy en ella me doy cuenta de no es muy complicada, pero encordado estoy más seguro.
Cuando se termina la arista ya está, estoy pisando la cima de otro tresmil. ¡Qué bonito es hacer cima! Sobre todo si ésta es la segunda cumbre más alta de los Pirineos y la quinta de España. Estoy a 3.375 metros de altura. Grabo, como, bebo, me hago fotos al lado del vértice geodésico (que, insisto, aunque suene muy bonito no es más que un mojón de cemento), admiro el paisaje... El Posets no tiene ninguna montaña tan alta como él a su alrededor, lo que hace que la vista sea flipante y se extienda kilómetros y kilómetros. ¡Y encima el día es espectacular!
Vaya, me doy cuenta de que nadie utiliza la cuerda para pasar la cresta que da a la amplia cima, y eso que aquí estamos por lo menos veinte personas. Es más, parece que la gente ni siquiera está acostumbrada a ver las cuerdas por aquí, hasta el punto en el que una chica le pregunta a Jon con miedo: «Os váis a tirar». Se ha sorprendido, justo delante de nosotros hay un peazo de barranco y se habrá pensado que vamos a hacer un rápel.
Nos tenemos que ir, ya hemos pasado un buen rato en la cima. La bajada, que siempre es la parte más aburrida no se hace tanto en los primeros tramos, en las palas de nieve. Descendemos un importante desnivel con una técnica que tiene más de esquí que de alpinismo. La nieve estaba muy blanda, nos quitamos los crampones y fuimos alternando la técnica de bajar clavando el talón con pequeños deslizamientos que, en mi caso, casi siempre terminaban en caídas que rápidamente eran frenadas con el piolet. Esto se le da bastante bien a Jon (lógico, por algo él es guía), que adelanta a una velocidad considerable a una procesión de franchutes dejándolos flipaos.
De nuevo llegamos al Refugio Ángel Orus, cogemos las cosas que habíamos dejado en las taquillas y nos vamos pal' coche. Ya sentados y con el aire acondicionado en el coche nos acercamos a Benasque. Allí me compro unas polainas nuevas (las que tenía eran demasiado pequeñas) y descansamos. Nos damos una vuelva por el agradable pueblo y nos tomamos algo en una terraza.
Ya más relajados volvemos a coger el coche en dirección a Llanos del Hospital, un sitio realmente idílico donde cogemos un autobús que nos ahorra una buena caminata hasta el Refugio de La Renclusa. Éste nos deja bastante cerca del Refugio (a 240 metros de desnivel positivo y 1,5 kilómetros), pero sólo hoy ya hemos hecho 1.225 metros de subida y 1.835 de bajada y se nota.
Da igual, enseguida llegamos al Refugio. Desde aquí mañana atacaremos el Aneto o, como lo llaman algunos, "el monarca del Pirineo". Y es que es la montaña más alta de esa peazo cordillera que hace de frontera natural entre España y Francia. Ahora estoy sentado solo al lado del Refugio viendo al fondo las Maladetas Occidentales mientras atardece, la luz cada vez es más tenue y la gente se va yendo a sus camas, decido que es buena idea emularles.
Con acento francés llegan buenas noticias, nuestras dos únicas compañeras de habitación nos dicen que todavía queda mucha nieve, y que la progresión se hace bastante fácil. Esto nos alegra. A partir del Portillón Superior, sin nieve, el camino se vuelve interminable con inmensos bloques que hay que ir esquivando. ¡Otro subidón más! Me vuelvo a motivar muchismo y me concentro en en dormir tanto que en cinco minutos caigo frito.
Nos levantamos a las cinco y pico de la mañana para pillar el primer desayuno que sirven. Me agencio varias magdalenas extra para guardarlas en el bolsillo del pantalón por si me hacen falta por allí arriba. Todavía es de noche pero no hace falta frontales, se ve bien. Mientras que estamos subiendo sale el Sol. De nuevo, amanece un día espectacular. Las pequeñas nubes de evolución que ayer nos asustaban han desaparecido del todo y el cielo es en su totalidad azul.
Pronto llegamos a las primeras palas de nieve, cosa que se agradece, porque hasta entonces el terreno es muy pedregoso y se hace bastante aburrida y cansada la progresión. Parece que no está la nieve como para ponerse crampones, nos ponemos las polainas y sacamos el pioler y tiramos to' p'arriba.
¡Bien, bien, bien! Estoy cansado pero por fin llego al Portillón Superior (donde, por cierto, nos esperan un Acentor Alpino y unas Chovas Piquigualdas). Desde aquí ya vemos al fondo el Aneto y me alegro mucho porque mucho se tiene que torcer el asunto para que hoy no hagamos cumbre. Bromeamos diciendo que la cosa está muy dura, pero realmente no nos podemos quejar: la nieve está perfecta, podemos ir en manga corta, no hay mucha gente, las marmotas apenas nos han atacado...
Continuamos nuestra travesía hacia el Aneto cuando nos ponemos los crampones. Ahora, como todo está cubierto de nieve, no sabemos donde exactamente comienza, pero aquí se encuentra el glaciar más grande de Pirineos. Desgraciadamente los datos que los expertos nos dan no son muy alentadores: está disminuyendo considerablemente y en unos años podría desaparecer. En 1894 el glaciar contaba con 692 hectáreas, hoy apenas quedan 90. Ni siquiera hay que encordarse para pasarlo pues apenas se mueve y sólo quedan algunas pequeñas grietas. Es una pena.
Nosotros seguimos a lo nuestro, seguimos subiendo. No me lo pienso mucho, únicamente me concentro en dar un paso detrás de otro lo más rápido que pueda. Tengo problemas con los crampones, me los vuelvo a ajustar, no me fijo bien, me los tengo que volver a ajustar. Los tengo ahora perfectos, pero por no subir tanto peso he cambiado las botas semirrígidas que llevaba en el Posets por las que utilizo habitualmente de trekking y en las aproximaciones a los Refugios, ¡pero son demasiado blandas y se salen los crampones! Perdemos mucho tiempo y pido disculpas a mis compañeros.
Sigo subiendo sin pensar mucho y de repente me planto en el Paso de Mahoma. Albert de Franqueville llamó el paso final a la cumbre haciendo referencia a la leyenda musulmana que dice que la entrada al paraíso es tan estrecha como el filo de una cimitarra sobre la que sólo pasan los justos. Y es que realmente es un paso estrecho, aéreo y expuesto. De nuevo, me vuelvo a cagar por la caída que hay a ambos lados y me encordé. Ya casi estamos en la cima, es más, ya puedo ver la cruz del Aneto.
¡Ya estoy en la cumbre! Me doy cuenta de que tenía demasiado mitificado este último tramo, tampoco es tan difícil: tiene muchos agarres pero hay que andarse con cuidao. ¡Qué bien, estoy al lado de la cruz que indica la cima del Aneto, a 3.404 metros de altura! Lo más sorprendente de todo es que, a pesar de tener un día espectacular, estamos completamente solos, algo al parecer bastante raro en esta montaña. Es que, de verdad, tenemos suerte.
Celebramos la cima con un abrazo heterosexual promovido por Cristóbal (también conocido como "un abrazo pero sin mariconás") mientras que gritamos algo parecido a "¡¡Güeeee!!", como en las grandes cumbres. Qué bonita es la sensación de hacer cima, cuando por fin se justifica el esfuerzo y te das cuenta de que realmente merece la pena. Qué tontería, pero es curioso lo mucho que nos puede llenar esto. Nos gusta mucho respirar desde la cima pirenaica, aunque bien sabemos que miles de personas lo hacen al año me siento como si hubiese subido un Annapurna. Totalmente de acuerdo con la famosa frase de Maurice Herzog, éste es mi Annapurna.
Ya de vuelta en el Refugio nos lo tomamos con más calma, no hay prisa. Vamos bien de tiempo y nos podemos permitir descansar allí con una lata en la mano. Nos hacemos colegas de unas mulas que utilizan los refugieros para subir el material hasta aquí. Jon incluso les da de comer. ¡Se podía haber hecho amigo de ellas esta mañana! A lo mejor así nos hubiesen subido las mochilas.
Volvemos a Villanova, al mismo albergue donde pasé la primera noche. Preparamos la mochila para el Monte Perdido y nos damos un duchao que nos deja como nuevos. Por la noche, tranquilos porque estamos un poco cansados, vemos como España gana la semifinal del mundial de fútbol. No entiendo mucho de fútbol y ni siquiera me gusta mucho, pero me lo pasé bien.
Al día siguiente sólo tenemos planeado viajar hasta el pueblo de Torla y descansar. Nos volvemos a acarecar a Benasque, a las tiendas de montaña que por allí. Jon se compra un hornillo nuevo para su expedición de agosto, Cristóbal una mochila pequeña "de ataque" y Franc tiene que volver a subir al Refugio Ángel Orus porque se dejo los crampones allí. Yo decido comprarme un libro, "La araña blanca", que habla de la mítica Cara Norte del Eiger.
Nos encontramos con el mismo grupo de valencianos que conocimos en el Ángel Orus y que después nos encontramos en la cima del Posets y hablando con ellos le dijimos lo que íbamos a hacer y se quedan flipaos. Dicen que es un buen tute, que esto sí que es aprovechar el tiempo. La verdad es que poca gente hace los tres grandes del Pirineo en una semana.
Con la cartera con menos peso nos vamos a Torla, en la entrada del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. Aquí nos volvemos a alojar en otro albergue y nos damos un pequeño paseo por el pueblo. No deja de ser curioso su casco histórico de al parecer raíces medievales, donde si pasa un coche te tienes que pegar a las paredes. Nos pasamos un buen rato sentados al lado de su iglesia del siglo XVI hablando esperando a la hora de la cena.
El pueblo es muy bonito y hay un ambiente muy bueno. Todo el mundo por aquí va con su mochila y sus bastones de trekking. La única pega: el calor. Al parecer no es normal, según nos cuentan en una tienda hasta hace dos días estaban con la manga larga. Inlcuso una señora entrada en años nos llego a decir que ella no conocía estas temperaturas.
Por la noche apenas disminuye la temperatura, sobre todo en el albergue donde estamos alojados. ¡Pero si parece que hace más calor que en la calle! El albergue tenía varias habitaciones rollo refugio de montaña, con muchas literas pegadas con pequeños colchones. Nuestras camas estaban situadas en la parte más alta, justo donde hace más calor, y no lo soportamos. Cogemos cada uno nuestro colchón, lo bajamos y lo ponemos en el suelo, al lado de una ventana que abrimos de par en par. Menuda noche que pasamos.
Cuando amanece nos despertamos para coger el primer autobús que luego nos llevará a un parking donde comienda la Senda de los Cazadores. Es conocida por su dureza durante los primeros tramos: todo el tiempo zigzageando subiendo un importante desnivel. Pero bien merece la pena por las vistas que luego se tiene. Discurre por un umbrío bosque de árboles, en su mayoría, de hoja caduca, que en otroño son el sueño de cualquier fotografo por su belleza cromática.
Desde el mirador de Calcilarruego (1.952 metros) lo que se ve es bestial. Buen lugar para descansar y hacerse unas fotografías obligatorias. Una vez pasado el mirador el camino mantiene la altura y al poco tiempo vemos ya a lo lejos la Brecha de Rolando, un estrecho collado que según la leyenda fue hecho a golpe de espada por Roland. En unos roquedos a nuestra izquierda sobrevuelan Buitres Leonados, un Halcón Peregrino y las siempre estruendosas chovas.
De este modo llegamos hasta la famosa cascada Cola de Caballo, ya en el Circo de Soaso. Su nombre se debe a la forma que tiene. Es una de las cascadas más bonitas y conocidas del Parque Nacional. Pero no sólo la cascada es bonita, los alrededores no se quedan atrás. La zona embellece todavía más con joyas de la flora como el Áster Alpino o la Flor de Nieve, más conocidas como Edelweiss.
Es muy bonito este sitio, sin lugar a dudas la aproximación más espectacular de las que hemos hecho hasta ahora, pero tenemos que continuar, nuestro destino es el más alto de las Tres Sorores, el Monte Perdido (los otros dos son el Cilindro de Marboré y el Añisclo), que ya veniamos viendo mientras bajábamos a la cascada.
Hay varias leyendas sobre la formación de estas tres montañas. Una de ellas cuenta que son tres hermanas cristianas que vivían en un poblado cercano a punto de casarse con otros tres hombres del mismo pueblo que fue atacado de repente por los godos, llevándose a los hombres como prisioneros, mientras que las mujeres huyeron a los bosques. Al volver, las tres hermanas sólo se encontraron a uno de los godos herido, al que ahuxiliaron porque éste les prometió que les ayudaría a recuperar a sus prometidos. Pero el godo les engañó, sus maridos y su padre estaban muertos.
Las tres hermanas decidieron casarse con tres godos, lo que provocó que se les apareciera el espectro de su padre para recriminarles sus actos y su conversión al arrianismo. Avergonzadas huyeron a las montañas a vivir en soledad, pero el espectro las encontró y con toda su ira activó un vendaval con el que murieron y las cubrió de nieve y piedra dando así origen y forma a las montañas que hoy conocemos como las Tres Sorores.
Cristóbal y Franc aprovechan la parada en la cascada para hacerse unas curiosas fotografías en el aire. La verdad es que se han quedado bastante chulas.
Pensando la historia de las Tres Sorores subimos por las Clavijas de Soaso para evitarnos un camino pedregoso, con mucho zigzags y que supera un importante desnivel. Tras las clavijas otra vez terreno firme donde poder volver a apreciar mejor que el paisaje que nos rodea es alucinante. Cogemos un camino no muy incómodo que, superando un pequeño desnivel poco a poco, nos lleva hasta el Refugio de Góriz, a 2.200 metros de altitud.
Hasta aquí hemos subido la tienda de campaña y los sacos de dormir, pues el otro día estuvimos hablando con los refugieros y nos dijeron que no había camas libres. Se nota bastante el peso, es un gran alivio cuando por fin sentados en el prado idílico que rodea el Refugio nos quitamos la mochila.
Pero Jon a entrado a hablar dentro del Refugio y vuelve con algo en la mano. Son unas llaves, tenemos cama dentro. Jon no tiene muy claro si es buena o mala idea, pues al parecer dentro se duerme un poco mal. Las habitaciones no son muy grandes y hay mucha, mucha gente. Vamos, que todavía no descartamos dormir afuera, ya que nos hemos traído hasta aquí todo este peso...
Nos entretenemos como podemos: haciéndonos fotos con las chillonas chanclas rosas que nos proporcionan en el Refugio, viendo como unos ratoncillos entran y salen de sus madrigueras y leyendo unas revistas de montaña de hace 4 años, las únicas que hay por aquí. Jon, por su parte, prefiere darse un paseo hacia el Collado de Góriz, a pesar de lo peligroso que es por las marmotas. Aburrido decido que voy a hacer el mismo camino de Jon, y así ya de paso aprovecho y hago de lo mío. Me paso un buen rato sentado en lo alto de una roca, donde veo Acentor Alpino, Chova Piquigualda, Gorrión Alpino y unos Colirrojos Tizones que en unas rocas muy cercanas empezaron a perseguirse.
Todo esto lo hacemos hambrientos, esperando a la hora de cenar. Inebitablemente llega el aburrimiento y, con él, las tonterías. Al final Franc terminó con los crampones puestos con los pies desnudos. Se nota que tenemos la barriga vacía.
¡Por fin nos dan de comer! A nuestro lado se sientan dos hermanos que, además que contarnos que en Monte Perdido sigue quedando bastante nieve, nos dejan flipaos con su última aventurilla por el Himalaya. Hace un mes estaban en Nepal, hicieron un trekking y ayudaron en un orfanato.
Ya en nuestras camas descubrimos que los temores de Jon eran ciertos. Os puedo asegurar que por allí hay un tío que no se puede quejar de la noche, ¡se tiró desde las diez roncando como un condenao! De vez en cuando surgía algún acompañante que se sincronizaba perfectamente. Incluso hubo también algún que otro festival de pedos. Con este panorama, aunque parezca imposible dormir, si estas cansado os aseguro que se puede, os lo confirmo.
De nuevo volvemos a levantarnos al mismo tiempo que amanece. Hoy parece que no vamos a tener tanta suerte como el resto de los días. El cielo es gris y nuestro objetivo se mantiene cubierto de nubes. Pero no pasa ni media mientras que encontremos el csmino y no nos pille alguna tormenta.
Subimos poco a poco por un terreno pedregoso y en algunos sitios bastante descompuesto, cruzamos algunos neverillos, una pqueña trepada y... ¡sorpresa! De repente veo a lo lejos un pájaro que se acerca y aviso a mis compañeros, creo que es un Quebrantahuesos. Mientras que se acerca lo dudo un momento y me corrigo, más bien parece un Buitre Leonado. Continuamos pero yo lo sigo mirando y conforme se va acercando vuelvo a mi posición inicial. ¡Es un Qebrantahuesos! ¡Sí, sí, no hay duda! Es la primera vez que me cruzo con uno, y es de mis pájaros favoritos. Por desgracia quedan muy pocos, se trata de una especie muy rara y en regresión, catalogada “En Peligro de Extinción” en toda Europa. Aquí en Ordesa hay 7 unidades reproductoras.
Seguimos con el camino y nos encontramos ya en el Lago Helado, a 2.980 metros. Según los libros desde aquí ya deberíamos ver la famosa escupidera y la cima del Monte Perdido, pero está todo cubierto de nubes. Por primera vez en toda la salida pasamos realmente frío. Descansamos un poco porque en seguida comienzan las rampas de nieve que se van empinando poco a poco.
Con el piolet en la mano y los crampones puestos llegamos al famoso tramo de "La Escupidera", que se llama así porque si te caes y no consigues frenarte con el piolet rápido la montaña te escupe literalmente ladera abajo y no terminas precisamente con sólo unos rasguños. Es uno de los puntos negros del Pirineo, es donde se concentran más accidentes de toda la cordillera: en 30 años han muerto más de 60 personas, y el último hace apenas una semana, un alpinista extremeño.
Pero no es un lugar extremadamente difícil. Es más, si vas con cuidado es muy fácil. La pendiente es acentuada y hace que se te olvide que éste se puede convertir en un sitio peligroso. Quizás por eso en esta ocasión no pedí a Jon la cuerda, aunque ya en el Lago Helado me puse el arnés por si acaso me cagaba.
Justo cuando iba a pedir que descansemos cinco minutos veo a Jon, que va de primero, levantar el piolet. ¡Está en la cima! Ahora sí que podemos decir aquello de que hemos encontrado al Monte Perdido. No podía estar más contento, de verdad. Hemos conseguido encadenar las tres cimas más altas de los Pirineos en una semana espectacular en la que el tiempo nos ha tratado bastante bien.
Es la única cima que hacemos cubierta de nubes, no podemos ver el paisaje pero nos conformamos con estar a 3.355 metros sobre el nivel del mar en la cima de una montaña tan especial. Buen momento para recordar otra de las leyendas que hay sobre el origen de las Tres Sorores. Dicen que una vez tres princesas moras se escaparon de la Aljafería de Zaragoza. Las princesas ya estaban cerca de Francia cuando las gentes del lugar les advirtieron de una gran nevada que se aproximaba. Pero no hicieron caso y les sorprendió en el camino. Finalmente esto provocó que las tres princesas murieran acurrucadas a orillas del río Cinca, y de tanta nieve que les cayó que se formaron estas tres montañas.
Pasamos en la cima un buen rato y de repente se despeja. ¡Impresionante! Entre las nubes nos comienzan a dar una tregua y por fin podemos ver lo que tenemos debajo. Nos tiramos otro ratillo más en cumbre. Luego, mientras que bajamos, las nubes se van despejando todavía más y, cuando llegamos al Lago Helado, tenemos una increíbles vista de La Escupidera y la cima del Monte Perdido.
En definitiva, ha sido una semana bestial. Podríamos haber hecho también El Casco, pero hubiese sido un palizón. Mis compañeros fueron a acercarse a ver a la Brecha de Rolando, pero yo preferí descansar y tire pal lao contrario: al Collado de Góriz. El destino que yo he elegido es bastante fácil, vas todo el tiempo por un senderillo muy cómodo en un prado realmente idílico y sin apenas superar desnivel. Aunque ya lo conozcía, el día anterior había dejado por allí un ladrillo, me apetecía volver.
Estoy muy contento, el primer día estuvimos diciendo que era muy difícil conseguir las tres cumbres por, sobre todo, la meteorología. En Pirineos el tiempo no es tan detestable como en otras cordilleras del mundo, pero es muy difícil que durante toda una semana haga tan buen tiempo como nos ha hecho. He conseguido los cuatro objetivos que me había marcado antes de salir de casa... sí, los cuatro: las tres montañas y el Quebrantahuesos, que me ha hecho mucha ilusión verlo.
Ya abajo, en Torla, me llevo otra alegría más: ¡España ha ganado el Mundial de fútbol! De repente se me quita el cansancio de haber hecho en una semana más de 6.200 metros de desnivel positivo y negativo y me marcho a celebrarlo por las estrechas calles del pueblo. No hay un excesivo ambientazo, pero se está bien. Hay gente cantando y bailando por todos lados, incluso hay dos por ahí con un bombo y una trompeta. La "guinda que colma el vaso" de unos días que no olvidaré.
P.D.: Las fotos son de Franc, Jon y Cristóbal.